La nieve crujía bajo nuestros pies; el aire se había enrarecido tanto que dolía al respirar; la sangre afluía constantemente a la cabeza, pero, a pesar de todo, una placentera sensación se extendía por todas mis venas y sentía una especie de alegría al encontrarme por encima del mundo. Era un sentimiento infantil. No lo discuto, pero, cuando uno se aleja de convencionalismos sociales y se acerca a la naturaleza, sin quererlo, se vuelve a convertir en niño; todo lo adquirido se desprende del alma y ésta vuelve, de nuevo, a ser la que fue antaño y la que, seguro volverá a ser algún día.
Mijaíl Lérmotov “El héroe de nuestro tiempo”
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