Le gustaba ser trapecista. Un día sin estar
preparada subió al mástil, empuñó las anillas y al realizar un salto mortal
cayó en la pista del circo y quedó medio descalabrada (…) Renoir la había
pintado con la frente abombada, secándose el pelo, bailando con sombrero de
flores; Toulouse- Lautrec la había dibujado sentada, la mano en el mentón
frente a una botella y un vaso, la boca amarga, los ojos turbios; Degas la
había inmortalizado atándose la zapatilla de ballet (…) Cuando regresaba de las
sesiones de modelo o de tomarse un pan rociado con vino tinto en la Posada del
Clavo donde tocaba el piano su amigo Erik Satie, la chica se encontraba en la
puerta de casa un ramo de flores de Lautrec con una nota: "Vale para unos
vasos de vitriolo". Un día el pintor descubrió los óleos y dibujos que la
chica realizaba de noche en secreto (…) Los mostró a los amigos. "¿A ver
si sabéis de quién son?". Eran de aquella jovencita. Entonces Lautrec le
quiso cambiar de nombre. Nunca podría ser una buena pintora llamándose
Marie-Clémentine.
Manuel Vicent. El
triple salto mortal de Suzanne Valadon.
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